domingo, 8 de marzo de 2015

Cortázar y su biblioteca personal / Orgía para mitómanos





Cortázar dialoga con los autores 
de su biblioteca personal
Orgía para mitómanos



Las bibliotecas siempre nos hablan de sus dueños. Las bibliotecas de los escritores suelen darnos, además, muchas claves -palabras mayores y letra pequeña- del mundo literario de su época. Si encima se trata de la biblioteca de un escritor que dialoga con pasión con los autores, que expresa en cada página su furia o su entusiasmo, que discute y corrige, que subraya y tacha a lapiz o en colores... esa biblioteca es un tesoro. La de Julio Cortázar es una de ellas. Sus libros destilan, a chorros, gustos literarios, amistades, creencias, sensaciones y compromisos de su dueño. Estoy por decir que la biblioteca personal de Cortázar es la mejor de sus autobiografías posible, porque los libros guardan, agazapados en las páginas como a hurtadillas, retazos de su vida escritos de uno en uno, durante las lecturas, a lo largo del tiempo. Esa biblioteca vive en Madrid y no es apta para la salud de los mitómanos.

BLANCA BERASÁTEGUI | 19/02/2004 


Julio Cortázar

La biblioteca personal de Julio Cortázar se encuentra en la Fundación Juan March de Madrid desde la primavera de 1993. Entonces, la viuda y albacea del escritor, Aurora Bernárdez, donó a la Fundación los más de cuatro mil volúmenes que Cortázar tenía en su casa parisina cuando murió, el 12 de febrero de 1984. Es, como no podía ser de otro modo, la biblioteca de un gran lector, amante, por un lado, de los grandes poetas de todos los tiempos y con la debilidad de siempre confesada por los cuentos de terror y las historias de vampiros y fantasmas. En la biblioteca de Cortázar que podemos visitar en la Juan March se tutean las antologías poéticas de los lugares más remotos (poesía precolombina, quechua, gallega, rusa, metafísica, en sánscrito) con las diferentes ediciones de dráculas (tiene siete) y las baratas historietas de misterio. Conviven prácticamente todos los clásicos españoles, leídos a conciencia, subrayados, anotados, cuestionados, con las novelas fundamentales de sus contemporáneos latinoamericanos y muchas primeras ediciones de los poetas españoles del XX. Todos ellos con mucha música -especialmente jazz-, hablando idiomas -su oficio de traductor explica la cantidad de libros en inglés y francés- y con el rastro inconfundible de filias y fobias, de complicidad o lejanía, con autores fundamentales de su espléndida camada literaria.Una orgía, en fin, para los mitómanos.



Orgía especialmente por la huella de letra menuda y clara que dejaba el escritor en muchos de los libros. Cortázar subrayaba hasta la extenuación, anotaba en los márgenes sus diferencias y no pasaba una errata. Las corregía todas. “¿Por qué tantas erratas, Lezama?” escribe en la primera página de Paradiso antes de enumerar la multitud de pequeños errores que se colaron en la primera edición de la novela de Lezama Lima. Otras veces no está para contemplaciones: “MERDE!” sentencia en la última página de laAntología del humor negro, de Breton.



Habrá que volver y volver a los libros de Cortázar, pero hay nombres, dedicatorias y libros que no ofrecen la menor duda: hay que pararse. Hay que detenerse y saborear las notas, las cruces, los asombros y las furias del escritor mientras leía:“Bravo, poeta”, “Retórica barata, viejo!, “Abandono en la página 76”... y demás avisos para navegantes que aparecen en las páginas de tantos libros de su biblioteca.


Cómplice de Octavio Paz
Las estaciones principales de este viaje interior por las lecturas de Cortázar se llaman Octavio Paz, Pablo Neruda, Alejandra Pizarnik, Lezama Lima, Federico García Lorca, Juan Carlos Onetti y Luis Cernuda. En todos sus libros hay complicidad y hay confidencias. También Valle-Inclán, Borges y Pedro Salinas suscitaron al autor de Rayuela su admiración y desencuentros. De García Márquez y Vargas Llosa hay sólo tenues rastros y es significativa también alguna ausencia: del nobel Cela , por ejemplo, Cortázar no tenía un solo libro.Ningún poema tampoco de Juan Ramón, ni de Guillén.

A Octavio Paz lo admiraba. No hay más que hojear cualquiera de sus libros trasegados. Se conocieron en la India en los años sesenta, cuando Paz era embajador de su país y su relación no sufrió apenas altibajos. Paz le tenía a Cortázar en el panteón de los grandes, junto a Rulfo, Borges y Neruda, y Cortázar consideraba que Octavio Paz era “la estrella marinera de la poesía latinoamericana”. Así es que no es de extrañar que en su biblioteca se encuentre prácticamente todo, desde Libertad bajo palabra (1949) hasta algunos de los artículos publicados en la prensa en España, en los años ochenta. El mexicano le dedica así Los hijos de Limo: “A Julio, más cerca que lejos, en un allá que es siempre aquí, Octavio”. La confianza entre ambos le permitía escribir en la primera página de águila o sol: “Es muy hermoso, Octavio, pero es un lenguaje del que hay que despedirse. Yo lo hice, al menos, con Estación de la mano”. El 2 de marzo de 1965, desde Delhi, le envía Paz el ensayo La palabra edificante, “con la esperanza de verlo pronto, con la seguridad de leerlo siempre”. No hay más que hojear sus páginas amarillas y porosas teñidas de bolígrafo azul en los márgenes para saber lo mucho que le interesó a Cortázar. Un ejemplo: dice Paz “cuando la poesía de Cernuda era menospreciada en su patria y en el resto de Hispanoamérica (pag, 82)... Y replica Cortázar: “Te equivocas. En esos años había algún argentino -muchos, creo- que veían en L. C. al más alto poeta español de su tiempo junto con Federico”.

El arco y la lira lo cuajó Cortázar de NO en los márgenes con bolígrafo rojo. Otras veces un no le parece insuficiente y añade con fuerza: “Te bandeás, Octavio!”, o “Brillante, sí, y qué? ¿ dónde la salida, el tercer camino, la síntesis definitiva, el salto sintético?”, o “Es mucho peor de lo que dices, Octavio”, o “Más bien es al VERSE, Octavio!”. En la pág. 76 aclara Cortázar que, “al final de su vida, Ezra Pound hizo las paces con Whitman”, y, más adelante, cuando se lamenta Paz de que Unamuno hubiese ignorado el humor, salta Cortázar: “España, querido”.

No hay derecho a escribir tan mal

No resisto la tentación de ocultar la coda que le dedicó Cortázar a la primera mujer de Octavio Paz, Elena Garro, señora culta y novelista discreta. En 1980 publicó el libro de relatos Andamos huyendo Lola y, en la primera página, escribe Cortázar: “Abandono en la página 76. No hay derecho a escribir tan mal. Pero los dos primeros cuentos son bonitos”. Y en la página 72, es decir, unos minutos antes de abandonar, escribe: “¿Por qué redactaste tan mal este cuento, Elenita?”

Las erratas le molestaban enormemente a Cortázar. Las cazaba todas, así que no hay apenas libros en su biblioteca que no tuviera encima la espada, silenciosa a veces y a veces indignada de signos ortográficos, de su bolígrafo. Los libros de Lezama eran en eso especialmente promiscuos, así que en la última página de Paradiso, a modo de memorial de agravios va Cortázar, página a página, cantando las cuarenta, porque más de cuarenta cita. La dedicatoria de Paradiso escrita por Lezama en diminutas líneas verdes es una belleza: “Para mi querido amigo Julio Cortázar, el mismo día que recibí su magnífica Rayuela, le envío mi Paradiso. Entre Ud. y yo hay un cariño muy grande, sin habernos casi tratado, a veces se lo atribuyo al común ancestro vasco, pero otras me parece como si los dos hubiéramos estudiado en el mismo colegio, o vivido en el mismo barrio, o a que cuando uno de nosotros dos duerme, el otro vela y lee en la buena estrella.

Pronto le escribo sobre su novela. Venga otra vez por La Habana, todos nosotros lo recordamos y lo admiramos. Y lo esperamos siempre.

Mi mejor abrazo es para J. Cortázar. Suyo, J. Lezama Lima”.

Se conocían desde 1957. La revista Orígenes, que dirigía Lezama desde La Habana, tuvo la culpa. La leyó Cortázar en París y sintió que “debía decirle a Lezama que su texto le había dado acceso a un dominio fabuloso de la literatura”. Enseguida recibió del cubano un paquete de libros, entre ellosTratados en la Habana, con esta dedicatoria: “A Julio Cortázar, por su ardido traspasar del paredón en ancho”. Durante muchos años intercambian correspondencia, confidencias y discusiones. Otro de sus libros, La cantidad hechizada, se abre con esta complicada dedicatoria: “Para Julio Cortázar, el misterio de la amistad se iguala en ti a la alegre sorpresa de toda tu obra en esa fiesta de la epopeya que es tu escritura, ‘la danza del intelecto entre las palabras’, según Pound. Mi admiración te puede abrazar. Tu amigo, José Lezama Lima”. 

Complicidad con Neruda

En el 66 publica Lezama órbita. La tiene Cortázar muy anotada y, como siempre, se la dedica el cubano con generosidad y mucha enjundia. Entre otras cosas, le dice que “en años que eran muy difíciles, recibí siempre su palabra de comprensión y eso se lo agradeceré siempre. La realización de su obra era para mi una noticia alegre. Los dos podemos decir el verso de Orfeo: ‘escribimos para aquellos que están en la obligacion de leernos’. Lo quiere y lo admira mucho, J. Lezama Lima, marzo, 1966”. Cortázar dejó escrita la pobreza en la que le había dejado la muerte de Lezama: “No es fácil habituarse a estos enormes huecos en nuestras vidas”.

Cortázar disfrutó mucho leyendo Confieso que he vivido. Con Neruda le unían muchas cosas pero la fundamental era la poesía. Hablan de tú a tú y, a medida que avanza la lectura, el bolígrafo verde de Cortázar se va imponiendo y casi no hay página sin réplica, sin admiración, sin complicidad, sin desacuerdo. Me resulta imposible explicar tal grado de humor y sintonía que desprende este ejemplar, realmente vivido. A veces, también le corrrige: “¡Craso error, Pablo!” ,y se mete con su editor: “Che Otero Silva, qué manera de revisar el manuscrito, carajo!”. Las memorias del poeta le dan pie a terciar sobre Pinochet: “Los objetos que regalaste al pueblo chileno, Pinochet se las venderá a los yanquies, es lo más seguro”. Y cuando Pablo habla del Che y dice que los subtenientes de una guerrilla no pueden dirigir un Estado, añade Cortázar: “Pero, claro, los burócratas del PC tampoco”. Luego, confiesa el poeta que se comería toda la tierra y que se bebería todo el mar, y su amigo Cortázar le añade al margen, divertido: “Lo hiciste, Pablo, y a los demás les duele”. Y más adelante, Neruda habla con melancolía de la soledad del niño poeta que fue, y es cuando Julio Cortázar exclama: “También me pasó a mí. También mi madre creía que plagiaba!”.

“Ni comedia, ni bárbara!”

De España escribe mucho Cortázar en los libros de sus escritores preferidos. Valle-Inclán era uno de ellos y, sin embargo, en el ejemplar de águila de blasón (Losada, 1957) que leyó Cortazar lo deja temblando. En su última página escribió: “Enorme y triste parodia, ni comedia, ni bárbara. Retórica barata, viejo!” Y en una de las páginas interiores, leo: “Horror de aquellos que dan más importancia a lo que no les gusta que a lo que les gusta”. Y remacha: “Bodrio! Necrofilia gallega y barata!”. 

“Cernuda, ¡maravilloso!” 

De Luis Cernuda, Cortázar tenía dos libros en su biblioteca: Poesía y Literatura (el ejemplar en realidad era de Vargas Llosa y está fechado en Paris, 1965) y La realidad y el deseo. En este caso, el escritor subraya con lápiz tenue, pero la pasión va por dentro. “¡Maravilloso!”, grita desde una de las múltiples hojas subrayadas. En la pág. 28 anota: “La más íntima, sola, poesía. Rumorosa y mínima. Preludio de una tristeza segura”. Dos páginas adelante, añade Cortázar: “Aquí, una adjetivación suntuosa, excesiva. ¡Pero cómo ordena tanta sustancia peligrosa. Un ritmo sabio y una estructura severa. Aquí vuelvo a hallarte, poeta”. En la pág 205 Cernuda publica su poema al Niño Muerto. Al margen, Cortázar escribe: “Después de mi 14 de abril, cómo no sentir más estos versos, cómo no quemar mi llanto pegado al tuyo!”. Y remata en la última página de La realidad y el deseo: “Un grande, un maravilloso libro, poeta! En Poesía y Literatura se queja en la última pagina: “Compara a Galdós con Cervantes y Shakespeare. ¡No, hombre, por favor!”

También leyó, claro, a Lorca. En su biblioteca encuentro un Así que pasen cinco años y un Poeta en Nueva York muy anotados. “¿No hay en todo ésto (1931) -escribe Cortázar en el ejemplar de Así que...- un anuncio de lo que luego orquestó Salinas en La voz a ti debida, en 1933?”. Poeta en Nueva York le hace brincar y escribir “¡Poeta, Estupendo”, entre ocho o diez admiraciones.

Nos cuenta Cortázar que a Pedro Salinas lo leyó en un restaurante de Wiesbaden“y hacía frío”. Tenía la edición de Poesías Completas, de Aguilar, 1961, donde el poemario de La voz a ti debida aparece disfrutado a fondo. “Esto es un poema. Habrá que excusarse por troncharlo”, escribe Cortázar. Y añade: “Releo en Weisbaden, en el restaurant Zagreb, lleno de vampiros. La mujer de negro (autómata de Hoffmann) el propietario out of a Polansky film, el mozo (“camarero, che!”) con patillas, barba azul, todos mirando a los clientes como si les calcularan los glóbulos rojos. Very Beautiful. Y entonces, Salinas”.

Un poema de Borges diferente

Desde mediados de los años cuarenta data la amistad entre estos dos grandes de la literatura que muchas veces expresaron en público su mutua admiración y sus desencuentros múltiples. Ya en 1946 publicó Cortázar un cuento en Los anales de Buenos Aires, dirigida por Borges. “Lo que creo que Borges me enseñó a mí y a toda mi generación fue la severidad, escribió Cortázar. Borges no dedicaba nunca sus libros, pero Cortázar los tenía casi todos en su biblioteca. En la mayor parte delata su admiración. A veces, sin embargo, escribe: “Penoso!”. La sorpresa la encuentro en Zoología fantástica. Dentro del ejemplar hay una copia del poema “In memoriam A. R”., dedicado a Alfonso Reyes, que forma parte de El hacedor, con interesantes variaciones. Así, los dos primeros versos de la segunda estrofa son diferentes: “Dominaba (lo he visto) el oportuno/ Arte que no logró el ansiado Ulises” aparece en la versión de su Biblioteca, mientras que en la versión definitiva son: “Supo bien aquel arte que ninguno/ Supo del todo, ni Simbad ni Ulises”. En la cuarta estrofa, el verso primero es “En los trabajos lo animó la ufana”, que acabaría convertido en “En los trabajos lo asistió la humana”. Falta completa la séptima estrofa. En la octava, la “minuciosa providencia” se convierte en “la indescifrable providencia”. Y en la estrofa final hay cambios sustanciales. Así, en la versión de la biblioteca, leemos: “Al audaz tributemos y al diverso/ Las palmas y el clamor de una victoria;/ No profanen las lágrimas el verso/ Que nuestro amor inscribe a su memoria”, que apareció así publicado: “Al impar tributemos, al diverso/ Las palmas y el clamor de la victoria;/ No profane mi lágrima el verso/ Que nuestro amor inscribe a su memoria”.

Cariño no literario de Onetti

Inmensa complicidad con Onetti . Tenía Cortázar toda su obra. En Dejemos hablar al viento (Alfaguara, 1971) escribe: “Para Julio Cortázar que abrió un boquete respiratorio en la literatura, tan anciana la pobre, Onetti. Con cariño no literario, Onetti”. Y en Tiempo de abrazar (Arca) encuentro una tarjeta de visita de su editor. Está escrita a máquina y fechada en Montevideo el 14 de febrero de 1974. Se dirige a Cortázar: “Le adjunto nuestro último libro de Onetti cuya injusta prisión tanto nos duele e indigna. Más aún que toda nuestra prensa participa en este momento de una muy bien orquestada campaña internacional repudiando la actitud soviética en el caso Solzenitzen y guarda un silencio sepulcral ante la detención de Quijano, Alfaro, Onetti y Marra. Siendo ‘el delito’ de Onetti haber sido jurado de un concurso literario que decretó ganador a un cuento con cuya terminología y enfoque literario él había ya adelantado sus reservas. Desgraciadamente el fascismo manda en nuestro país y todos nos preguntamos, con desesperación, si no estaremos en el próximo otoño enfrentados a un calco de lo de Chile. Reciba mi admiración y estima, Eduardo Irazabal”.

Hay que volver a esta biblioteca.


Pizarnik: “Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio, que fracasó”
De Alejandra Pizarnik hay rastros especialemente conmovedores. Premonitorios. Se habían conocido en París y desde el principio Cortázar ejerció de ángel protector de la poeta atormentada y lúcida.Cortázar admiraba además su poesía que conservó con emoción en su biblioteca: diez poemarios anotados y dedicados hasta el delirio, desde La ultima inocencia (1956) aNoche compartida enn el recuerdo de una huida (1966). En el ejemplar deArbol de Diana (1962) escribe Pizarnik: “A mis queridos Aurora y Julio: este pequeño Arbol de Diana prisionera --esta promesa de portarme mejor a partir de hoy-25 de febrero de 1963- y esta otra de hacer poemas más puros y hermosos -si me esperan y
SOBRE TODO Y ANTE TODO un inmenso y minucioso abrazo (es decir: 2) de Alejandra”.
En La pajara del ojo ajeno, que aparece en “Papeles de Son Armadans” (diciembre, 1970) Pizarnik se sincera, se descubre, se abandona. Le habla al amigo de excesos y muerte desde la primera página:
“Julio, este textículo “les” parece joda. Solamente vos sabés que el más mínimo chiste se crea en momentos en que la vida est à l’auteur de la morte.
Muy tuya, 
Alejandra
Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo
Julio, creo que no tolero más las perras palabras
La locura, la muerte. Nadja no escribe. Don Quijote, tampoco. Julio, odio a Artaud (mentira) porque no quisiera entender tan sospechosamente bien sus posibilidades de la imposibilidad.
P.S.
me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, oh Julio!) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio -que fracasó, hélas.)
P.S.- En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos. Mi mejor amiga es una sirvienta de 18 años que mató a su hijo. Empecé a leer Diarios. Te apruebo mucho políticamente. Tu poema de Panorama es grande porque me hizo bien (lo leí en el hospital)”.

Alejandra Pizarnik se suicidó en septiembre de 1972 con una sobredosis de Seconal, aprovechando un permiso del psiquiátrico. 


EL CULTURAL





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